Legado

Hay un tiempo para cada cosa,
y un momento para hacerlo bajo el cielo...
Hay un tiempo para nacer y otro para partir...
Un tiempo para sembrar y otro para cosechar...
Hoy es tiempo de dar...
Dar Gracias por esta nueva oportunidad que tenemos para dejar el verdadero Legado a la nueva humanidad...

La Casa de los abuelos, dí este nombre porque, cuando niño me encantaba visitar la casa de los abuelos, eso era como ir a un sitio mágico, lleno de gratas y dulces sorpresas.-
Hoy creo que sucede lo mismo con mis hij@s y también los nietos.
Bienvenidos a este humilde sitio, que es mi hogar...
Dedicad@ a tod@s l@s Abuel@s, Padres, Hijos y a especialmente a tod@ niñ@ del este nuestro planeta Luz Tierra.-
Amor, Luz y Paz a tod@s quienes comparten conmigo este Sitio.
William Agustín


domingo, 3 de junio de 2012

Papá Olvida


PAPA OLVIDA (W. Livingston Larned).

- Escucha, hijo: voy a decirte esto mientras duermes, una manecita metida bajo la mejilla y los rubios rizos pegados a tu frente humedecida. He entrado solo a tu cuarto. Hace unos minutos, mientras leía mi diario en la biblioteca, sentí una ola de remordimiento que me ahogaba. Culpable, vine junto a tu cama.
Esto es lo que pensaba, hijo: 

- Me enojé, contigo. Te regañé cuando te vestías para ir a la escuela, porque apenas te mojaste la cara con una toalla. Te regañé porque no te limpiaste los zapatos. Te grité porque dejaste caer algo al suelo.
- Durante el desayuno te regañé también.  Volcaste las cosas. Tragaste la comida sin cuidado. Pusiste los codos sobre la mesa. Untaste demasiado el pan con mantequilla. Y cuando te ibas a jugar y yo salía a tomar el tren, te volviste y me saludaste con la mano y dijiste: “¡Adiós, papito!” y yo fruncí el entrecejo y te respondí: “¡Ten erguidos los hombros!”.
- Al caer la tarde todo empezó de nuevo. Al acercarme a casa te vi, de rodillas jugando en la calle. Tenías agujeros en las medias. Te humille ante tus amiguitos al hacerte marchar a casa delante de mí. Las medias son caras, y si tuvieras que comprarlas tu, serias más cuidadoso. Pensar, hijo, que un padre diga eso.

- ¿Recuerdas, más tarde, cuando yo leía en la biblioteca y entraste tímidamente, con una mirada de perseguido?
Cuando levanté la vista del diario, impaciente por la interrupción, vacilaste en la puerta. - “¿Qué quieres ahora?”, te dije bruscamente.
Nada respondiste, pero te echaste en tempestuosa carrera y me echaste los brazos al cuello y me besaste y tus bracitos me apretaron con un cariño que Dios había hecho florecer en tu corazón y que ni aun el descuido ajeno puede agotar. Y luego te fuiste a dormir, con breves pasitos ruidosos por la escalera.
- Bien, hijo; poco después fue cuando se me cayó el diario de las manos y entró en mí un terrible temor. ¿Qué estaba haciendo de mí la costumbre? La costumbre de encontrar defectos, de reprender, ésta era mi recompensa a ti por ser un niño. No era que yo no te amara; era que esperaba demasiado de ti. Y media según la vara de mis años maduros.

- Y hay tanto de bueno y de bello y de recto en tu carácter. Ese corazoncito tuyo es grande como el sol que nace entre las colinas. Así lo demostraste con tu espontaneo impulso de correr a besarme esta noche. Nada más que eso importa esta noche, hijo. He llegado hasta tu camita en la oscuridad, y me he arrodillado, lleno de vergüenza.
- Es una pobre explicación; sé que no comprenderías estas cosas si te las dijera cuando estás despierto. Pero mañana seré un verdadero Papito. Seré tu compañero, y sufriré cuando tu sufras, y reiré cuando rías. Me morderé la lengua cuando esté por pronunciar palabras impacientes.
- No haré mas que decirme, como si fuera un ritual: “No es mas que un niño, un niño pequeñito”.
- Temo haberte imaginado hombre. Pero al verte ahora, hijo, acurrucado, fatigado en tu camita, veo que eres un Bebé todavía. Ayer estabas en los brazos de tu madre, con la cabeza en su hombro. He pedido demasiado, demasiado.

Esta Obra fue escrita por W. Libingston Larned y apareció por primera vez hace casi cien años. lo leí en otro libro maravilloso "Como ganar Amigos e influir sobre las personas" de Dale Carnegie.
Hoy lo comparto contigo...




jueves, 28 de abril de 2011

El niño y la espiritualidad



Los niños Índigo o la energía Índigo de los niños


Hay muchas teorías que hablan de niños Índigo y Cristal.
Nos podemos preguntar: 
¿Quienes son los niños índigo? Y;
¿Quienes los niños Cristal?
O bien podemos preguntar:
¿Qué es la energía índigo? y;
¿Qué es la energía Cristal?
Prefiero enfocar el tema desde el punto de vista de la energía más que el de los niños, porque de esta manera lo despersonifico, y podré hablar no sólo de los niños, sino también de adultos.
En la tierra hay almas de todos los niveles evolutivos, razón por la cual existen diferencias abismales en intereses, gustos, afinidades entre una persona y otra.
Cuando digo “Índigo y Cristal”, hablo de las energías que traen los seres nuevos, y cuando digo “nuevos”, no me refiero a la edad, sino a las almas nuevas que están hoy en la tierra.
Por lo tanto estos términos no solo nos hablan de los niños, sino de todas aquellas personas, sin importar la edad, que han venido con un propósito bien definido, y la energía que traen los ayudará a llevarlo a cabo.
Son seres con una energía diferente a la de otros, ni mejor ni peor, solo diferente, porque todos los seres son igual de importantes y necesarios, si cada uno cumple con su parte y no se olvida a qué vino.
Estos seres nuevos, están en este mundo pero muchas veces se sienten ajenos a él, sienten una gran melancolía porque saben que hay algo más y no saben como alcanzarlo. Son seres que se angustian al ver el mundo como está, y buscan las posibilidades de cambiarlo.


La energía Índigo
Muchos seres que hoy están en la tierra tienen esta energía. 
Es una energía rebelde, cuestionadora de las masas, rompedora de estructuras familiares, culturales, religiosas.
Son seres que no se adaptan a modelos preestablecidos, sufren cuando se los quiere encasillar en alguno, y la forma que encuentran para defenderse de ellos, es a través de la rebeldía.
Estos seres quieren diferenciarse, luchan por no ser iguales a todos.
Están despiertos, muchos concientemente, es decir saben lo que quieren, a donde van y qué quieren lograr. Aceptan las elecciones de los demás aunque no estén de acuerdo con ellas, pero están firmes en su propósito. 
Otros, están despiertos también, pero no son concientes de la energía que traen, y muchas veces la desperdician queriendo cambiar a los demás o a los lugares en donde se encuentran. Desperdician su energía y potencial, intentando cambiar la vida de los otros forzadamente.
¿Como reconocer a un adulto con energía índigo?
Es muy simple, no estará quieto ante una injusticia.
En su trabajo, por ejemplo, no se dejará sobrepasar por sus “superiores”, defenderá su postura si la cree justa para él y para los otros. 
No se dejará engañar, no mentirá, y si lo hizo por alguna inconciencia del momento, no se lo perdonará fácilmente y buscará remediar el error.
Son seres leales. Idealistas y defensores del bien común.
La energía Índigo es muy necesaria en el mundo en que estamos viviendo, pero a veces, estos seres se identifican tanto con el “soy rebelde y  peleador”, que no logran encontrar otros caminos para solucionar los problemas que se les presentan.
Tiene que lograr encontrar el equilibrio, y actuar con la energía justa para cada situación, no siempre con la misma. Y a la vez, deben aprender a usar otras herramientas, otros dones que traen a desarrollar.
Si solo actúan por el impulso de identificarse con el “soy rebelde y  peleador”, no dejará de ser un personaje más de tantos otros que los humanos se arman, por temor a mostrarse tal cual son.
La energía índigo, como dije anteriormente, es necesaria muchas veces, pero no siempre.
El mundo está pidiendo otra cosa, pide equilibrio, pide la rebeldía solo cuando es necesaria, y la humildad para poder encontrarse con el otro, corazón a corazón, alma a alma, sin personajes de por medio.
Se necesita paz, no guerra. Se necesita amor, no conflictos.
Entonces esta energía puede ser justiciera, pero amorosa.
Un ser índigo puede tener un guerrero dentro, pero un guerrero espiritual, no un guerrero del ego.
Si usted se siente identificado con estás características, obsérvese en su día a día. Vea cuando actúa impulsivamente sin detenerse sentir la sabiduría de su alma. 
Sea una persona auténtica. Defienda lo que siente pero sin desestabilizarse, sin perder su centro de equilibrio.
No entregue toda su energía, solo lo justo que requiera la situación.
Los niños Índigo o la energía Índigo de los niños

Un niño con esta energía, exigirá a sus educadores, maestros o padres, no ser visto como uno más del montón; exigirá formas dinámicas de aprender. Querrá todas las respuestas, y no solo esto, querrá escuchar la verdad siempre.
Estos niños son muy exigentes consigo mismos y con el entorno.
Cuentan con un exceso de energía que hace que a menudo no encuentren los mejores medios para exigir lo que merecen. Cuando se encuentran inconformes con lo que les ofrecen, fácilmente se desvían hacia la rebeldía o agresividad. 
No aceptan órdenes impuestas, y cuando se encuentran ante personas autoritarias, se muestran desinteresados y cuestionadores. No aceptarán un “No porque no”.
Quien quiera llegar verdaderamente al alma de estos niños, deberá “ganarse” ese privilegio. No es simple conquistar su amor, ni calmarlo fácilmente. Deberán escucharlo, verlo, comprenderlo sinceramente, y ahí lo conocerán. Él se entregará al adulto, cuando el adulto se entregue a él.
Estos niños no querrán ser tomados como chiquillos que nada entienden y que nada saben, querrán una relación simétrica, donde todos se respeten desde el lugar en donde están.
Querrán jugar, y aprender jugando.
Defenderán a otros niños de apariencia “más débil” que ellos.
Se quedarán con menos, con tal de dar a los demás.
Estos nuevos seres disfrutan plenamente la naturaleza, poseen una conexión y percepción de ella que nadie les enseñó o pudo enseñar.
Sensibles, pero no débiles, porque la energía que traen los ayudará a enfrentarse al mundo.
Amorosos, concretos, y a veces, muy terrenales.
Este contenido corresponde a un extracto del Curso a Distancia “Los Niños de Hoy” .
Aportado por Nancy Ortiz

sábado, 23 de abril de 2011

El cuidado de la Vida Interior del Niño. Segunda Parte:

Intolerancia, poca paciencia, irritabilidad, baja concentración. Hiperactividad
Vida Interior del Niño
El niño llega al mundo, un mundo conocido a nivel superior de conciencia pero ajeno desde las sensaciones físicas. Un mundo elegido, y como parte de esta elección, encuentra en él a sus padres, seres que ahora aquí en la tierra, representan lo más cercano que ellos vivenciaban de la fuente divina. Sus padres son sus guardianes, todo lo que sea ofrecido por ellos conformará el interior del niño, y su futura postura ante el mundo.

Hay un lugar interior que todo ser humano debiera conservar intacto, puro, colmado de paz y vitalidad. Este lugar es en donde nos refugiaremos cuando algo nos desequilibre. Será un lugar donde inconcientemente reposaremos cuando algo nos altere el estado de bienestar. Simplemente, cuando algo nos suceda, tendremos un lugar interior al cual recurrir, un lugar que no se vio afectado por lo que afuera sucedió.
Será un cuenco de paz interior en el cual nos sostendremos para poder afrontar enteramente aquello que nos afecta. Si encontramos este lugar interior, sea lo que sea que nos suceda, no será tan grande, ni nos desequilibrará desmedidamente. No se producirá la sensación de quebranto interno ni un estado de soledad o desolación.

Este lugar se construye desde los primeros momentos del niño sobre la tierra. ¿Cómo? El niño nace con la conciencia de que el mundo es bondad, amor y armonía. Viene de una fuente de plenitud hacia el mundo físico, mundo que muchas veces se vuelve duro, molesto y doloroso para los más pequeños. Son los padres y el entorno más cercano, los que deben confirmarle al niño que efectivamente lo que espera del mundo es correcto. Que ellos son sus nuevos protectores y dadores de Amor y cuidado. Se confirmarán haciéndoselo sentir a través de su cuidado amoroso y dedicado.
Lo primero que el niño necesita está íntimamente relacionado al cuidado de su cuerpo físico: necesita alimento, higiene, muchas horas de sueño, tranquilidad en el ambiente que lo rodea, contacto. Pero esto no es más que algo superficial, si no se realiza con verdadera devoción hacia este pequeño ser angelical que hoy ha llegado a la tierra y me ha elegido como su guía.
Si el niño tan solo recibe de sus padres el cuidado a modo de deber, sin la verdadera participación interior, sin paciencia, sin amor y disfrute, esto no será suficiente para que se genere en su interior este refugio del cual hablamos al principio.
En cambio si el niño recibe a través de cada acto que se realiza para su cuidado, calma, devoción, entrega amorosa, dedicación y presencia, en su interior se irá construyendo un espacio de paz, sensación de bienestar, cuidado, contención y seguridad ante el mundo y de si mismo ante el mundo.
Si el niño recibe genuino cuidado y dedicación con total entrega por parte del adulto a cada momento como un acto sagrado, en su interior un cuenco de paz y confianza hacia el mundo se irá generando. Este cuenco será el refugio del niño, y en el futuro del adulto, en momentos en los que el mundo lo desestabilice.

Entonces ahora comprendiendo la importancia del cuidado de la vida interior del niño a través de la verdadera entrega por parte del entorno más cercano, es momento de ver qué sucede cuando el niño va creciendo y este cuidado no forma parte de su realidad cotidiana.

Hay dos puntos fundamentales y de preocupación actual que se desprenden del deficiente cuidado de la vida interior del niño.

Intolerancia, poca paciencia, irritabilidad, baja concentración

Si el niño no recibe del entorno, padres, primeros maestros, etc. el cuidado, amor y verdadera entrega que le generará en su interior la confianza de existir, la confianza en el mundo, la alegría y seguridad de estar vivo; ese cuenco paz interior, silencio y armonía, difícilmente sienta estos estados de la nada. Él nace con la conciencia de que el mundo es bondad, amor y paz pero si lo de afuera le indica otra cosa, esta conciencia va transformándose, generándose en su interior desconfianza, temor en estado de latencia e intranquilidad, que es igual a un estado de no paz, no quietud, no confianza ante la vida.

En estos casos, el cuenco que debería empezar a formarse en los primeros años, no se forma. El niño comienza a crecer con un estado interior alterado, irritado, incómodo. Este niño no sabe lo que es estar tranquilo, pues nadie lo supo guiar hasta allí, él sabe que el mundo es bastante duro, que debe estar alerta, debe saber defenderse, moverse y hacer un esfuerzo por encontrar el bienestar afuera de él.
El niño no tiene un lugar donde reposar dentro de si mismo, donde encontrar estabilidad emocional y asistencia ante los hechos desagradables de la vida cotidiana. Podría decirse que el niño no se percibe como una integridad en bienestar. Se percibe como partes separadas, unidas por un minúsculo cabello de Ángel.

Si algo le sucede a este niño, si en la escuela recibe un daño a su ánimo, si en la casa su padre lo regaña o le pide silencio y quietud, si se lastima o se golpea, rápidamente el “equilibrio” se rompe. Se quebranta su momentáneo estado de tranquilidad, todo se vuelve grande, muy pesado. Este niño no tiene donde recurrir, llora desgarradamente, grita sin consuelo, vive los limites como una dureza insostenible. No soporta el daño pues no tiene un lugar dentro de él donde refugiarse y encontrar y reconfirmar que todo es pasajero, que la paz perdura pese a lo hechos superficiales. Este niño tiene poca tolerancia ante la negación del mundo, ante los límites naturales de él. No puede soportar la injusticia, porque no conoce que finalmente pese a lo que suceda, adentro está la paz y el equilibrio.

En definitiva no hay sentimiento de integridad, hay partes por aquí y partes por allí que forman el todo del niño en una estabilidad muy sensible, y cualquier hecho que toque esta estabilidad, la rompe y el niño vuelve a sentir que el mundo no es bueno con él.
Cualquier malestar parece un problema existencial para este niño.

Y he aquí la palabra que le es muy difícil vivenciar a los niños con el estado alterado del sentido de la vida: La tolerancia.
Tolerancia hacia lo que le sucede, paciencia para saber esperar, paciencia para poder entender que las cosas no siempre son como deseo. Tolerancia al mundo de afuera.
Si el niño no tolera su interior, ¿cómo podrá tolerar lo que recibe de afuera como “daño”? Si el niño no conoce la quietud interna, ¿cómo podrá tener una postura paciente ante el mundo que le dice hasta acá, espera un momento?
¿Cómo podrá amar la vida si en su interior tiene inconcientemente un registro de que existir muchas veces duele?. ¿Cómo podrá escuchar y tener paciencia, si dentro de él no hay un lugar donde él pueda reposar mientras espera?.

Podré escuchar al prójimo, prestar atención y considerar su idea más allá de que comparta o no su enfoque a través de mi calma interior y paz. Estando en un sano lugar interior, tendré la capacidad de mirar hacia afuera y poder aceptar la diferencia. Pero si primero no hay una aceptación interior, y hay en su lugar un deseo inconciente de huir de mi mismo, ¿cómo podré abrazar lo que esté fuera de mí?

Este niño en general percibe en su interior caos, desorden, separación, en vez de sentir paz interior, sensación de integridad y registro de que el mundo es bueno y cálido con él, lo cual le permitiría contemplar, esperar confiadamente, sentir seguridad de si mismo y de lo que sucede afuera.

Es fundamental que el niño confirme día a día que el mundo es bueno, ¿cómo? A través del cuidado, amor, entrega y dedicación plena y sincera por parte del adulto. Y principalmente, a través de la tolerancia del adulto ante lo que el niño manifieste.

Hiperactividad

Como ya hemos dicho, si el niño cada vez que está en silencio, cada vez que está quieto, cada vez que llega la noche y debe ir a dormir, su conciencia se va hacia adentro y comienza a registrarse intranquilo; si cuando comienza a registrar su interior nota que allí no hay un refugio donde sostener su quietud y silencio, y hay en cambio un sentir desordenado, inconforme, inseguro, querrá evitar de todas las maneras posibles sentirse. Entonces estos niños no se permitirán estar en silencio, no se permitirán estar quietos, irán de aquí para allá inconformes, queriendo constantemente llevar su conciencia hacia afuera. No quieren sentirse porque eso les da terror, les hace sentir que están desprotegidos. Se alteran, se mueven, no se permiten el silencio, se vuelven adictos a la TV, a los juegos de computadora, a la música, todo esto los distrae y los mantiene en una conciencia artificial, no propia.
No pueden mantener la concentración porque nuevamente su conciencia se va hacia adentro, y adentro lo que hay no es bello, no es paz.

En relación a este tema Henning Köhler dice en el libro “Niños temeros, tristes e inquietos”: “Durante el día la ocupación esencial de dichos niños es el rechazo al cansancio, y de por si, el rechazo, la oposición a todas las formas de serenidad y calma, puesto que durante el estado de tranquilidad la conciencia es llevada, conducida al propio cuerpo, y si los sentimientos que se producen son desagradables, los niños comienzan a moverse excesivamente, a correr, a charlar o a producir ruidos, a toquetear, a morderse las uñas, a hacer muecas. A menudo estos niños hasta desarrollan tics nerviosos. Prefieren un entorno ruidoso porque así desvían su atención.
Estos niños son torpes, se lastiman constantemente. No miden sus movimientos, se golpean o golpean por sus brutas sacudidas.”


Y como hemos dicho anteriormente, un buen aliado para evitar sentir lo que nos pasa es dormir la conciencia ante la TV o la computadora, y también consumir excesivamente golosinas y dulces. Muchos niños encuentran en todo esto un respiro, por un pequeño instante una sensación de paz, de salud física y anímica, lo sienten gracias a estos medios pero claro que es transitorio, y además esto no produce ningún bien profundo.
Todo lo hacen para no sentirse internamente. Si no estoy en paz internamente, evitaré sentir mi interior.

A estos niños se los conoce comúnmente como niños hiperactivos.
De más está aclarar que la hiperactividad puede darse a consecuencia de múltiples y variadas situaciones que pueden guiar o provocar en el niño dicho estado. Aquí estamos hablando de algo fundamental, que si se conoce, podrá marcar un principio de ayuda en la problemática del niño.

Lamentablemente cada vez aumenta más el número de niños con esta conciencia alterada, y no se trata de buscar culpables, muchas veces los padres se esfuerzan por darle concientemente lo más apropiado al niño y aun así esto aparece.
Seres humanos, adultos, todos lo sabemos también, no solo le sucede al niño, hoy esto es un problema social.
Hoy en día la intolerancia ante la diferencia, la impaciencia ante un cambio, la irritabilidad, el no saber escuchar, el no poder comprender el proceso del otro, es moneda corriente. A menudo los seres humanos no toleran la libertad del otro, las elecciones y caminos que difieren al mío. Pareciera que ser o hacer algo diferente es un defecto y hay que evitarlo o forzarlo a que sea como yo creo.
El mundo también está hiperactivo, vive en la superficie, no puede bajar porque ha perdido de vista lo esencial. Si se mira hacia adentro muchas veces no se encuentra nada, todo es difuso en la profundidad, es más seguro mantenerse sujeto a la superficie, por lo menos mi interior aquí arriba no se encontrará amenazado.

Muchas veces los adultos están enredados en una compulsividad, trabajan y trabajan sin tener horas de descanso, inclusive muchas veces salen de sus trabajos y encienden el televisor o realizan compulsivamente una actividad tras otra. Hasta muchas veces este insostenible vacío genera una ansiedad tal que causa adicciones al cigarrillo, bebidas alcohólicas, drogas, etc. Sin notarlo parte de la humanidad está caminando en círculo sin evolucionar, sin reflexionar, y muchas veces sin mirar los ojos de sus niños.
Pero sin irse a tal extremo, aunque lamentablemente exista, en general lo que mayormente sucede es que los adultos se encuentran constantemente irritados, no saben descansar, contemplar, reposar, sentir bienestar, no hacer “nada”. Deben hacer porque si no hacen, lo que sienten no es bello, no es armónico, no les produce bienestar. El cuenco interior no está o bien está tapado de inseguridad y miedo. Puede que, como estamos elaborando ahora, este estado interior no haya sido conquistado durante la niñez, pero ahora siendo adultos tenemos la capacidad de observarnos, y de la observación podemos reconocer qué parte nuestra está insana, necesita cuidado y atención.
Muchas veces el adulto hiperactivo exige al niño que no lo sea. Muchas veces el adulto intolerante, que no sabe esperar, que no tiene paciencia y que está la mayor parte del tiempo alterado por esto o aquello, le exige al niño quietud, concentración, paciencia.

Nos han enseñado a enseñar así de la palabra hacia afuera, pero los niños de hoy nos muestran que ya no sirve. Puede que generaciones anteriores a través de la prohibición, el castigo, el regaño, la amenaza, el miedo o la dureza hayan impuesto al niño lo que debe ser y hacer mas allá de lo que el adulto es, pero ¿cuánto tiempo este niño que se lo fuerza a ser bueno, a estar quieto, a estar callado, a estar atento, puede conservar este "aprendizaje" una vez que los adultos no lo miran? A menudo, fuera del entorno familiar estos niños estallan sin medida, o bien estos niños en su adultez les cuesta enormemente saber cómo ejercitar la conciencia, solo saben obedecer reglas.

Ahora todo se vuelve un poco más sutil, no importa la información, el deber, la moral impuesta, ellos perciben directamente el interior del adulto, y eso manifiestan.

Cómo crecer como adultos. Cómo ayudar a estos niños

Todo, por más incorporado y fijado que parezca estar, puede revertirse y ser cambiado. Sólo es cuestión primero de reconocer cuál es el tema a trabajar, después trabajar sobre la aceptación verdadera y total de ello, para luego poner en práctica las herramientas apropiadas para ayudar a mejorar cada caso.
Para los niños que tienen alterada su interioridad, hay que ofrecerle posibilidades que fortalezcan y colaboren con la sana maduración de su interior.
Concretamente estamos hablando de prestar especial atención al cuidado del cuerpo del niño con un cariñoso, genuino y entregado contacto físico.
También hablamos de la alimentación, hablamos del cuidado y la responsabilidad en la alimentación. Aquí hay que considerar que el niño no sólo se alimenta de los nutrientes sino de la energía con la cual fue hecho dicho alimento. Es por eso que como adultos debemos estar presentes y consientes de la disposición que tenemos en la elaboración de todo lo que le ofrecemos al niño.

No hay que olvidar la sensibilidad de los Niños de Hoy, y que todo lo que sucede lo veamos o no, tiene un eco en su interior. Cuando hablamos de cuidado muchas veces olvidamos cuidar las sutilezas, siendo estas muchas veces las que más afectan a la vida anímica del niño. Considerar el cuidado de lo sutil es una tarea diaria.
El ritmo, ofrecerle al niño contención en los esquemas cotidianos hogareños: Respetar la hora de sueño, la hora de la cena o almuerzo, el momento del juego, el momento de hacer la tarea de la escuela, el momento del cuento. Es importante que el niño se sienta contenido en lo que recibe. Si por ejemplo una noche se acuesta a una hora, al día siguiente se acuesta a otra, y cada día es algo totalmente desordenado, esto no colabora favorablemente con su desorden interno. Todo lo contrario, este desorden interno encuentra afinidad en lo arrítmico, y a menudo el niño puede acentuar su desequilibrio sin nosotros notar que la causa es el desorden que se le ofrece en lo que recibe cotidianamente en el hogar.
Pero, queridos adultos, continuando con lo sutil, hay algo aquí fundamental, muchas veces no importará tanto QUÉ se le ofrezca sino CÓMO usted lo haga: Con qué energía, con qué predisposición, con qué amor, con qué delicadeza, con qué alegría, con qué disfrute, desde dónde, desde qué parte suya. Medite sobre su actitud cotidiana ante el niño tanto si es padre, maestro o terapeuta.
En el caso del hogar las preguntas a reflexionar serían: ¿Con qué energía y disposición anímica cocino sus alimentos? ¿Con qué alegría lo acompaño a dormir, o le leo un cuento? ¿Con qué entusiasmo le enseño y explico la tarea de la escuela? ¿Con que vibración salen las palabras de mi boca cuando le explico algo o le pongo un límite?

¿Cómo es usted con el orden? ¿se siente ordenado internamente? ¿Cómo es el orden de los horarios de la casa?
Hablemos acerca de esto…

El cuidado de la vida interior del niño

Estamos hablando de un nuevo paradigma, ya no hablamos de lo que debemos y no debemos, de lo correcto o incorrecto, los nuevos niños nos sumergen en las profundidades de nosotros mismos aunque no querramos. Nos dicen, nos piden que miremos nuestra alma primero, para luego poder cuidar la suya.

El niño, ya desde el momento en que es concebido debiera percibir del entorno y de su madre el mensaje, la vibración de: “te amo, te cuido, ven tranquilo, aquí la vida es bella”.
Luego al nacer cuando el cuerpo le resulta incomodo, el cuidado del adulto y el contacto le deben confirmar este mensaje: “si duele pasará, si lloras hay un consuelo y un abrazo, si estas incómodo en mis brazos encontrarás paz, duerme que te cuido, con toda mi aura te envuelvo.”
Es como ir moldeando con la fuerza del amor, con la quietud espiritual, con el contacto seguro y tranquilo, un cuenco de arcilla en su interior, sutil pero fuerte, colmado de ánimo, fuerza y seguridad de existir.

Estamos hablando de superar el discurso moral de bien y mal, además recordando que no sólo alcanza con ser aquel ejemplo superficial que muestra al niño mediante su accionar las cualidades de lo que este debe copiar de él. Esto es un gran paso, podría decirse que es el primer paso cuando aun no se ha conquistado algo mayor, pero si elevamos más nuestra búsqueda encontraremos una nueva ley pedagógica.
Estamos siendo guiados hacia una actitud más elevada de nosotros mismos: ¿Qué vibra el adulto cuando le habla al niño o cuando busca ser su ejemplo?

Esto es lo nuevo: Lo que el adulto vibre en su accionar, traspasa el accionar y se vuelve esencia permeable al niño. Si queremos enseñar al niño lo que es la calma, el adulto debe saber conquistarla interiormente primero. Sentir su recogimiento, su concentración, su propio cuenco primero. Y si nota que no lo tiene o está dañado, debe transformarse responsable y alegremente en su propio escultor moldeando su cuerpo y su interior como arcilla, trabajando en sí mismo con sinceridad como un niño.

Si conozco el camino que lleva a la paz podré guiar otros a su encuentro.

Pero en general ¿Qué es lo que sucede? Esto niños movedizos, inquietos, irritables, intolerantes sacan rápidamente del eje al adulto. Ante los recurrentes estados de estos niños, rápidamente el adulto se vuelve intolerante e irritable también. Ambos vibran en la misma frecuencia.
Los  niños sacan a flote lo que está más allá del mensaje que damos para educar.

Paciencia, estado sereno y calmo, capacidad de contemplación y quietud, escucha atenta y abierta, es lo que necesitarán estos niños como trato.
Y para que el sentir paciente y calmo surja espontáneamente por parte del adulto, antes de querer cambiar al niño, se debe el adulto poder sentirse, aceptarse y aceptar.

Primero me miro, me reconozco y me acepto. Después miro al niño, lo reconozco y  lo acepto. Y de la aceptación SIEMPRE SURGE LA PAZ. Abrazo al niño con mi paz, y pese a lo que haga, lo invito con movimientos cálidos, con serenidad en mi voz a volver a si mismo. Con un cuidado diario y periódico de su interior, el niño comenzará a construir su propio cuenco.

Cuando dejamos de negar y luchar contra lo que queremos cambiar, cuando surge la verdadera aceptación, todos ustedes lo saben, en algún momento lo han podido notar, sorpresivamente algo empieza a cambiar. ¿Qué cambia? ¿Cambio yo o cambia el otro? No hay separación, la unidad que formamos con el otro hace que todo movimiento interior sea percibido afuera de mí y cause una transformación.
Además, cuando aparece la paciencia, aparecen nuevas herramientas que tan lejanas parecían cuando estaba corrido de mi eje. Ahora puedo jugar con el niño aunque este se enoje con facilidad, ahora puedo mantenerme sereno cuando en la mesa en niño se torna movedizo e intranquilo. Puedo esperar que se le pase, no tengo apuro. Ahora puedo leerle un cuento aunque parezca no escucharme, puedo mantener mi concentración aunque parezca en vano. Ahora puedo hablarle a su alma, desde mi más profunda paz, y más aun, puedo sin hablar mostrarle lo que es la Paz.
Autora: Nancy Erica OrtizCreadora del curso "Los Niños de Hoy"

viernes, 15 de abril de 2011

La casa de los Abuelos: EL CUIDADO DE LA VIDA INTERIOR DEL NIÑO

La casa de los Abuelos: EL CUIDADO DE LA VIDA INTERIOR DEL NIÑO

EL CUIDADO DE LA VIDA INTERIOR DEL NIÑO

Bebe


Hay un lugar interior que todos deberíamos conservar, un espacio de paz, de quietud, de sentimiento de Estar Bien y conformes, pese a lo que afuera suceda. 


Este espacio interior es nuestro refugio principalmente en los momentos de incertidumbre, de angustia o soledad.
Todos debiéramos poder encontrar con facilidad este espacio, para poder allí refugiarnos en su paz y seguridad en los momentos difíciles. Sin embargo, lo que a menudo se siente es un gran vacío. Un angustioso e intolerable vacío del que desesperadamente se quiere huir. Es así que no pudiendo encontrar el recogimiento interior se busca aplacar por medios externos lo que no proviene de adentro. Los alimentos dulces como golosinas, la TV, los ruidos y sonidos constantes son los mejores aliados para evitar sentirse a si mismo. Se quiere lograr por lo menos por un instante la sensación de armonía física y anímica que no se presenta sin estos sedativos.

Sabemos que muchas de las carencias sentidas en la adultez tienen raíz en la niñez, por eso la importancia de ocuparnos de los niños, de acompañar sus procesos, de conocer sus necesidades.
Rudolf Steiner, el creador de la Antroposofía, ha descubierto que el ser humano posee doce cualidades a las que denominó como Sentidos -Doce Sentidos-.
Para ser concreta y para que este conocimiento esté al alcance de todos, me referiré a uno de los sentidos más fundamentales, lo que Rudolf Steiner llamó el “Sentido de la Vida” o el “Sentido de Plenitud o Bienestar”.
El “Sentido de la Vida” tiene una meta primordial: Comunicar la sensación de estar bien.

Por un instante cierre los ojos y sienta su interior. Sienta si hay calma, si hay quietud. Ahora recuerde un momento donde esta calma no estuvo, donde se sentía alterado, nervioso o con algún dolor. Este es el sentido de la vida, el sentido que le comunica paz, o el sentido que le comunica un estado interior alterado.
La actividad primera del sentido de la vida es transmitir paz y calma cuando todo está en orden, y cuando no es así, se altera sintomatizando en el cuerpo o en el ánimo. Normalmente nos damos cuenta de que estábamos bien, cuando comenzamos a sentirnos mal. Es decir, en general percibimos el sentido de la vida cuando se ve alterado por alguna razón interna o externa.

El niño nace con la conciencia de que el mundo es bueno. Y en las primeras experiencias de malestar, de dolor o incomodidad física o anímica se le debe confirmar que el mundo efectivamente es bueno, calmándolo, acompañándolo y conteniendo su Ser para que vuelva a la paz.
Es por eso que el sentido de la vida es uno de los sentidos fundamentales. Porque comunica al niño lo más sensible: ¿Cómo me siento? ¿Cómo es el mundo conmigo? 
 
Cuando el niño es pequeño su cuerpo le resulta incomodo, indominable. A medida que va creciendo va conociendo sus capacidades y sus límites. Va controlando sus impulsos apropiándose de si mismo.
Pero cómo vive este proceso de adaptación y de autoconocimiento es de vital importancia para su futuro. 
El niño en crecimiento debe conectarse con la sensación de estar bien, de estar a gusto consigo mismo, de estar cuidado y contenido. Como ya he dicho, es aquí donde el niño tiene que confirmar que el Mundo es Bueno. Es en él mismo, en el sentido de la vida, donde debe sentir la bondad y la quietud.
Al principio comenzará a percibirlo desde el cuerpo, lo cual tendrá eco en su interior. Lo que comienza como un cuidado físico se traslada a un sentimiento anímico de estar bien, de estar conforme, de estar en paz y seguro.
Y este cuidado debe provenir de afuera, debe venir de sus padres al principio, y luego de todo el entorno más inmediato.

Es esencial que el niño sienta de sus padres contención, amparo y cuidado, tanto de su cuerpo como de su estado interno. 
Los padres son para los niños la figura de Dios. Son lo más cercano que ellos tienen al Padre-Madre Celestial. Para el niño pequeño son su mundo, y de ellos necesita recibir amor para construir la confianza, la entrega, la alegría de existir.
El niño a través del cuidado de sus padres aprende a confiar en la contención del mundo, y por otro lado e igual de importante, se genera en su interior un lugar de recogimiento, un lugar de calma y quietud. Aquí residirá la seguridad, el abrazo, la confianza y la entrega, y por supuesto, todo esto contribuirá significativamente en el desarrollo de su personalidad futura.

En este lugar el niño podrá encontrarse en paz con su cuerpo y con su espíritu.
Este lugar es el que buscamos desesperadamente cuando somos adultos. Es a este lugar donde queremos volver cada vez que sucede algo disonante. 
Este lugar es el interior del niño, pero he aquí la labor: Este lugar se construye con la presencia y el cuidado intuitivo de los adultos. 

Muchos padres tienden a asustarse o alarmarse cuando el niño está simplemente tranquilo. Reflexionan equivocadamente que ser pequeño significa estar en constante movimiento, murmullo o en un excitado estado anímico. Pero eso que asusta es lo que debemos permitir que suceda. La tranquilidad. El niño tiene la capacidad de estar tranquilo, solo que a veces no se le es fomentado o no se le es permitido. 
El niño ya desde muy pequeño debe aprender del silencio y la quietud sin que eso signifique estar desanimado o enfermo.
Si el niño logra percibirse tranquilo, si se lo acompaña con entrega, podrá saber lo que es sentirse Bien internamente. Bien con si mismo y con los demás.

Rudolf Steiner llamó a este estado “sentirse bien interiormente como integridad”.
Hoy en día vemos a los niños reaccionar desmedidamente ante todo. Los vemos alterarse fácilmente, los vemos ir y venir con sus emociones a flor de piel. Hay una parte del niño que está sin control y que reacciona con facilidad. 
Si el niño se siente como una integridad armónica, se siente entero internamente, su cuerpo y su espíritu estarán capacitados para no quebrantarse ante diversas afecciones. Más sencillamente, si el interior del niño está bien está contenido, conoce lo que es la quietud, sabe lo que es la calma, no será vulnerable a cualquier hecho. 
Hoy nos encontramos ante niños absolutamente vulnerables a cualquier estímulo, niños con una muy baja tolerancia. Pero ¿Cómo podemos pedirles a estos niños que permanezcan quietos, que no griten, que estén tranquilos, si en muchos casos no conocen ese estado? Lamentablemente a menudo les es más familiar la desarmonía que la armonía.

Esto es lo que tenemos que rescatar: el pedido de auxilio de los niños. La humanidad debe recuperar la calma, debe aprender las diversas formas de estar bien. Debe recuperar la vida interior porque esto es lo que más necesitan los Niños de Hoy. 

Contención y cuidado es lo que necesitan, y no se trata sólo del cuidado corporal, sino también anímico y espiritual, con dedicación sincera, con verdadera participación interna por parte del adulto.
Si el niño recibe este amor a través del cuidado del entorno, si puede conocer lo que es estar tranquilo pero feliz, experimentará la bondad en su ser, la bondad del mundo, registro que le quedará para toda su vida.

Antes de terminar, sólo una sutil e importante aclaración: lo que el niño vivenciará será lo que está detrás de nuestros actos, más allá de lo que se le muestre. El niño tomará la esencia que está detrás de las formas, por eso el trabajo es mutuo. 
Los niños son un reflejo de nosotros mismos. Podremos mostrarles tranquilidad, podremos cuidarlos exageradamente, pero lo que el niño tomará es la esencia de cada acto. Es el ritmo de nuestra respiración en ese preciso momento.
 
En la segunda entrega trataremos las alteraciones de conducta y carácter ligadas al deficiente cuidado de la vida interior del niño.

Autora: Nancy OrtizCreadora del curso "Los Niños de Hoy"www.caminosalser.com/nancyortizEditora de www.caminosalser.com
Bibliografía consultada:
 "Niños temerosos, tristes e inquietos", de Henning Köhler.

viernes, 25 de febrero de 2011

El Fundamento de nuestra Felicidad

- Que es lo que realmente hace felices a las personas?

- Cual es el fundamento de que la vida merezca ser vivida?

Dejarse fluir es aceptar los cambios. 

Cuando algo no sale como esperábamos solemos entrar en desesperación.

- Esta no es una respuesta sana ni de amor, si tenemos en cuenta que muy pocas veces las cosa se dan como las pensamos.

Si aprendemos a fluir, seremos capaces de encontrar las oportunidades allí donde se producen los cambios.

Al fluir tenemos una vida sin angustias y con la mente abierta a encontrar nuevos caminos.

Muchas veces nos encontramos frente a encrucijadas que, simplemente no sabemos como resolver. 

Puede ser que recibamos una oferta laboral que no nos termina de convencer y nos coloca ante la difícil situación de decidir que hacer. 

También puede pasar lo mismo con los sentimientos, a veces deseamos estar con alguien, pero nos sentimos imposibilitados de hacerlo ya.

Al fluir, centramos nuestra energía hacia objetivos má elevados y de mayor plenitud que nos parezcan realizables en cada momento. 

Vemos que la vida es básicamente buena, prodiga y alegre y que lograr lo que queremos sin tensiones ni luchas es parte de un derecho innato derivado del simple hecho de vivir.

Imaginemos que la vida es un río. La mayoría de la gente se acerca a la orilla, temerosa de soltarse y arriesgarse a ser arrastrada por la corriente. En un determinado momento, todos debemos estar dispuestos a soltarnos, confiando en que el río nos lleve sanos y salvos.-

Cuando experimentamos un cambio inesperado, es normal que nos quedemos descolocados, sin saber que hacer. Sin embargo, ese lapso de confusión no debería durar mas que unos pocos minutos. Al instante debemos preguntarnos cual seria la mejor forma de aprovechar el cambio, de que manera podemos construir sobre lo que no pudo ser.
- Transformar y avanzar nos lleva al concepto de serenidad. Estos es la capacidad para realizar descubrimientos ante lo inesperado. Aumentar nuestro grado de serenidad es un aspecto clave para aprender a improvisar y dejar que las cosas fluyan. Lo que nos tenemos que preguntar es como podemos aprovechar al máximo las circunstancias cambiantes para acercarnos, no importa de que manera, a los resultados que esperábamos. Esa es la clave de cualquier éxito.

Aprender a fluir, también tiene que ver con aprender a esperar.
Si no confiáis en que todo lo que sucede es lo mejor que nos puede suceder, nos dejaremos atrapar por el decorado y nos convertiremos en actores que se han creído su papel.

Fluir es conectarse con la Fuente, con nuestra verdadera esencia, y de ahí la necesidad de permitir que esa conexión llegue a nuestras vidas. Si nos empeñamos en seguir manteniendo el control, si nos enfrentamos a todo cuanto nos sucede como si se tratase de un castigo o de una penitencia, nos desconectaremos del fluir. Entraremos en la corriente de la desconfianza, la que nos lleva lejos de nosotros mismos, de quienes somos realmente.
Todo cuanto nos sucede está bien y forma parte del plan general del que todos formamos parte. Confiar, abandonar el control, abandonar la lucha, fluir,. Todas ellas son directrices de un mismo camino: el camino de regreso al hogar, a la Fuente de la que todos partimos.

miércoles, 8 de diciembre de 2010

Las etapas de la vida...



La negación de la edad es una tontería. Yo tenía miedo a esta etapa que empieza después de los sesenta años. Ahora, que más o menos estoy instalado en ella (tengo setenta y tres años), me doy cuenta que se me ha simplificado la vida, y la mayor parte de las cosas que antes me preocupaban, ahora creo que son boludeces, pero quedó lo esencial: el amor, los hijos, la justicia social, la solidaridad (y también el dulce de leche y la crema chantilly…) 

Esta edad no está tan mal, el tema de la muerte siempre angustia, pero yo creía que iba a ser peor. Es una tontería hacerse el pendejo, fíjense si tuviera que ir al gimnasio, sería todo un laburo y no podría gozar de esto de hacerme el filósofo. Cuando cumplí sesenta años hice una fiesta en la Escuela. Y dije: tengo dos caminos, o me convierto en un viejo sabio, o en un viejo pelotudo. Lo último me pareció aburrido. Cuando no asumís la edad, no gozás ni la una ni la otra.

El temor a la vejez hace que la ocultemos, que sea considerada como algo indigno, a ocultar en un geriátrico porque ya no servimos más.

Acá en la Argentina tenemos la cultura de Mirta Legrand, pobre Mirta, para conservar la juventud debe usar una máscara de cirugía y no está gozando de esa edad.
Cuando estuve en Estados Unidos había una actriz que había sido muy famosa, Bette Davis, que ya estaba muy viejita y tenía el rostro con las arrugas del tiempo. Era conductora y tenía un programa muy respetado, en el que podía decir cosas sabias, porque estaba cómoda en esa edad, era creíble.

También en Italia, estando en una plaza de Roma, pude ver que estaban todos los viejitos (los respetados nonos) jugando a las cartas y tomando Cinzano, con gran dignidad, y la gente iba a preguntarles cosas.

Pero en la Argentina, cuando llegás a esta etapa, te meten en un geriátrico y no aprovechan la historia, que es necesaria para construir el futuro.

En el Amazonas no hay jubilación de viejos. Yo fui hace muchos años, de aventurero, con mochila y bolsa de dormir, y ahí estaban los viejitos de la tribu mirando el río Xingú que desemboca en el Amazonas. Y pensé: "Ahí está la biblioteca nacional"... Uno sabía de partos, otro de canoas, otro de plantas medicinales, a ellos los cuidaban mucho, porque eran los transmisores de la sabiduría, no había transmisión escrita (se moría el de las canoas y tenían que cruzar nadando…) Tenían una dignidad como los que vi en la India. Allí, en el proceso de vida, se respetan todas las etapas.

En estos países de la cultura occidental, tecnológica, donde lo que no es nuevo hay que tirarlo, lo mismo se hace con los seres humanos, y eso es una tontería. En la cultura norteamericana todos tienen que ser jóvenes y lindos.

Hay una etapa de la vida en que uno es niño, otra en que es joven, otra donde es adulto y otra donde es viejo. Nosotros atravesamos las cuatro etapas de la vida, si negamos una, vamos a tener problemas. Si se nos niega la infancia vamos a perder la creatividad, si se nos reprimió la adolescencia, vamos a perder la rebeldía.

Lo importante es seguir creciendo, es como pasar por distintas estaciones. En cada una hay que bajarse y tomar el otro tren (son las crisis evolutivas). Algunos se bajan en una y ahí se quedan, no siguen en el viaje de la vida.

La concentración urbana genera la familia nuclear: papá, mamá y uno o dos hijos, donde es tan pequeño el espacio, que no cabe el abuelo, va al geriátrico, después tienen que mandar al nieto a la guardería, pero ¿quiénes son los mejores cuidadores para el nieto? el abuelo y la abuela. ¿Qué mejor maestra jardinera que un abuelo o una abuela? Ambos están fuera de la producción, fuera de la tensión necesaria para la lucha cotidiana, ambos están en el mundo de lo imaginario...

En Santiago del Estero el tata viejo es un personaje muy importante. Es el que sabe la historia de la familia, transmite la información, los agüelos cuidan al gurí, las dos puntas de la vida se complementan.

En nuestro país la vejez está desvalorizada, los viejos son marginados, el cambio social fue tan brusco que su experiencia habla de una Argentina que perdimos, si terminan en el geriátrico, los tratan como chicos, los retan y los humillan, se deprimen y aparecen todas las enfermedades que tienen que ver con las bajas defensas.

En cambio, en las sociedades más sanas, esta es una época muy rica, porque es la de la reflexión, que es parecida al juego y la creatividad, pero ya después de haber visto la película entera y haberla entendido.

La última etapa es lo que se llama la senectud, que a veces tiene un deterioro grave, neuronal, de las funciones mentales. De todas maneras, el final del proceso de la vida, que es la muerte, es un tema negado en nuestra cultura. El final, la agonía, a veces tiene características traumáticas, como algunos partos, al inicio. Los humanos somos todos de la tribu de los "Uterumbas", porque vamos del útero a la tumba.

Se puede estar en cualquier edad, incluso setenta, ochenta años, y el que tiene un proyecto se aleja de la muerte. Eso lo vi en Pichón anciano, él decía: “la muerte está tan lejos como grande sea la esperanza que construimos”, el tema es la construcción de la esperanza. ¿Cómo la podés construir?, si esa historia tiene sentido y se arroja adelante como esperanza.

"Padres que no le tienen miedo a la muerte hacen hijos que no le tienen miedo a la vida".

Alfredo Moffat - Psicólogo.